jueves, 15 de abril de 2010

Efectos secundarios

En las analíticas de sangre que de vez en cuando nos vienen haciendo por muy diversos motivos, yo siempre tenía la cifra de colesterol total entre los límites que se consideran normales; pero, a pesar de ello, en 1997 me hicieron una angiografía y me detectaron taponamientos importantes de las coronarias, especialmente de la derecha, lo cual prueba que unas cifra de colesterol normal no garantizan la ausencia de problemas vasculares, aunque, eso sí, son indicativas de una menor probabilidad de tenerlos.

No fue factible hacerme una angioplastia (dilatación de las coronarias) como las que normalmente se realizan, y, con limitadas expectativas de éxito, se me sometió a lo que se puede llamar una angioplastia medicamentosa, es decir a no hacer nada más que tomar unos cuantos medicamentos.

Entre los diversos medicamentos que me recetaron, uno de ellos tiene, como principio activo, la estatina que es una sustancia que posee la notable propiedad de reducir la cifra de colesterol total de forma muy efectiva.

Como resultado del tratamiento, estos valores de mis analíticas pasaron a situarse en su límite inferior e incluso por debajo de él. Todo iba perfectamente, hasta que un día cayó en mis manos un libro en el que se argumentaba, de forma bastante convincente, que los valores bajos de colesterol podían favorecer, o ser la causa, de ciertos tipos de cáncer.

A partir de ese momento ya no me sentí tan seguro de la bondad de mi tratamiento angioplástico y, en cuanto tenía ocasión, les hacía la pregunta a los médicos que me iba encontrando, los que, uno tras otro, me decían que no estaba demostrado el perjudicial efecto que yo les apuntaba.

Pensé que la mejor ocasión para aclarar esta importante duda sería la de la revisión que anualmente me hacía la cardióloga que me atiende. Se trata de una señora de cierta edad, alta, delgada, con cara de muy avispada, que siempre hace las consultas muy educadamente, pero sin dar confianzas y con mucha prisa (supongo que por la gran cantidad de enfermos que tiene asignados).

Total que, al término de una de una de estas revisiones, le hice por fin la pregunta sobre los posibles efectos secundarios de las estatinas. Sin pensarlo ni dos segundos, me dijo lo siguiente: “mire, señor Macipe: todas la cosas efectivas tienen efectos secundarios”. Lo dijo tan deprisa, y tan tajante, que no me dio opción al más pequeño debate, y así acabó la consulta, limitándose a decirme que siguiera igual y volviera dentro de un año.

En realidad acababa de darme la razón, pero enfocando el asunto en forma totalmente imprevista. Posiblemente la contestación que me había dado era la expresión de algo generalizable a muchas cosas de la vida normal, que en sus años de vivencias y de ejercicio profesional había ella sintetizado, aunque, visto superficialmente, pudiera parecer una forma de contestar por peteneras a una consulta un poco pretenciosa que yo le hacía.

El caso es que aquella expresión se me quedó grabada en la memoria y, si bien no resolvió totalmente mi duda sobre las estatinas, me proporcionó una respuesta muy contundente que he tenido ocasión de emplear en repetidas ocasiones. No es raro oírme decir, con seguridad (no exenta de cierta ironía), “todas las cosas efectivas tienen efectos secundarios”.

Aunque no hay regla sin excepción, creo que la anterior encierra la sabiduría y experiencia de la persona de quien la aprendí y he comprobado que se cumple con frecuencia, y hace estar prevenidos ante los efectos secundarios (ahora también se llaman colaterales) que esconden las cosas eficaces aparentemente inofensivas.

Alguna vez, cuando empleo esta expresión, le antepongo: “como dice mi cardióloga…”, que no deja de ser también una inconsciente represalia por la forma tan expeditiva con que se me sacó de delante cuando le hice la comprometedora pregunta sobre las estatinas en aquella especial consulta.

2 comentarios:

Joaquín Macipe dijo...

y añadiria yo... por desagradable que se nos haga una situación, seguro que tambien tiene su parte positiva (si sabemos encontrarla)

Salvador Macipe dijo...

Querido Joaquín, en este caso quiero hacer hincapié, más que nada, en lo prevenidos que debemos mantenernos ante aquellos cambios que previsiblemente van a ser favorables o inofensivos, porque todo cambio implica un riesgo, ya que raro es que no tenga una zona de imprevistos donde pueden hallarse las sorpresas desfavorables mencionadas.
Como tú dices, y yo mantengo continuamente, cuando efectivamente aparezca un hecho negativo sea por un cambio provocado o por el devenir normal de los sucesos de la vida ordinaria, debemos prestar atención para buscar su parte positiva, que también se encuentra en él, aunque algunas veces muy escondida y difícil de localizar.
Incluso entre los refranes, que son sentencias cargadas, la mayor parte de las veces, de sabiduría popular, hay uno que se refiere a esta cuestión, y es aquel que dice “no hay mal que por bien no venga”.
Gracias por tu comentario, y un abrazo.